lunes, 26 de enero de 2015

La noche con Westwood






















Da otra vuelta en la cama pensando en el estampado pirata que volverá a usar en colaboración con The Cambridge Satchel. Fondo blanco para el cuero, neones para el estampado. El año 81 se le cruza por delante. Malcom agarrándole la mano, las modelos con la cara metalizada, las botas llenas de correas. Kate usándolas en los 90, foto descolorida en tonos rosas, el boom de vuelta. Cuero blanco con naranja, cuero blanco, otros en amarillo mostaza, otros en cafe medio. Las botas, el estampado, sus iconos reinterpretados.

Y se viene otra vuelta. 

Casi nunca recuerda, han pasado tantos años que funcionan como olvido, pero hay noches que la cabeza toma caminos desconocidos, sin mapa, y no hay quien la domine. Piensa en su historia, sus tiendas: Sex, Too Fast To Live Too Young To Die, Seditionaries y  Worlds Ends. La transformación y la contradicción continua. Vuelve a pensar en Malcolm. Ahora aparece en el backstage escuchando Holidays in the sun, piensa que el estampado de la Reina Victoria con cuernos y el saco hecho trizas se ven de lujo. Sid pasa de golpe en primerísimo primer plano. Aprieta los ojos con fuerza, quiere borrar la ultima imagen. Vuelve al concierto, a la tarima, el sonido ruidoso, la cerveza en la mano, el publico drogado agitando sus cabezas, jóvenes que irían después a su tienda. 

Vuelta tras suspiro.

Preferiría estar dormida, odia las noches de insomnio que la consumen. Pasa su mano por su cabeza casi tratando de eliminar sus recuerdos. Siente su pelo corto, rapado, el rojo ya no la acompaña. Todo sea por la causa se dice. Climate Revolution avanza con fuerza. Las imágenes en Kenya fueron potentes, el millon de libras esta cerca. Tal vez la biografía autorizada ayude, tal vez la entrevista para The Times también aporte. Se necesita generar conciencia. Su cabeza sigue dando vueltas, al menos ya no esta en el Londres de los 80.

Quiere pararse, prender la luz, anotar un par de ideas. Andreas duerme. Prefiere no hacer ruido, prefiere estar quieta. No quiere molestar ese cuerpo juvenil que tanto la deleita. 

Uno, dos, tres, cuenta. Cuenta mientras piensa que quiere a Hunger Teller para su próxima campaña. Los estampados verdosos quedaran estupendos con la luz blancuzca que imprime en sus fotos. Cincuenta y cinco, cincuenta y seis. Su cabeza revuelta nada la para.

Respira profundo, suspira, Andreas duerme.

Sigue pensando en el estampado de su nueva colección, vienen a su mente las plataformas forradas con jacquard azul y amarillo. 1993. Las plataformas en cuerina morada. Naomi tirada en la pasarela.
Suspira, ochenta, noventa, ya perdió la cuenta. Piensa que las rosas no combina con las cortinas, pero si con el sofá isabelino. Ese que salió también en el photoshoot de Teller: ella desnuda, sonriente y los cojines naranjas combinados con su pelo. Teller de nuevo. Él es a quien necesita, es definitivo.

Cien, cientodiez. Vuelve a hacer el intento.
1710, imagina a Catherine caminado por el palacio de Versailles. Su pelo lleno de flores, sus mejillas rosadas, el corse, la criolina, la seda china almidonada. El rococo. Catherine esperando ser princesa. La historia que la apasiona. Su historia.

1818, 1980. No, no quiere volver a esa época.


Respira, suspira, se voltea, Andreas duerme. Mañana le preparara cafe y se lo traerá a la cama. Le contara sobre Teller, sobre el estampado, sobre las rosas que no combinan. Le contara todo eso pero nada mas.

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