sábado, 19 de mayo de 2012

La muñekería de Erika Arkon



Erika dicta su primera clase a cambio de unas clases de cocina. Su aprendiz y profesora, está haciendo una pequeña muñeca de abrigo azul y un bolso gigante. Pregunta cómo sacar una bufanda. Erika coge un retazo de tela roja, las tijeras y sin dudarlo corta una tira. Luego, la dobla por la mitad y en los extremos hace tres diminutos cortes para darle el terminado. Coge la muñeca y enrolla la bufanda con una rapidez y facilidad impresionante.

Hace más de ocho años que hace muñecos. Dejó su carrera de publicidad y dice “me encanta hacer esto, me imagino toda la vida haciéndolo”.

Barranquillera, vive en Bogotá desde pequeña. Estudió publicidad por aprender sobre cine, literatura y arte. Trabajó con amigos y en agencias pero crear para vender carros o jabones no le apasiona.

Los muñecos son su mundo, su vida. Le gusta porque son objetos que generan emociones, lazos, sentimientos. El primero que hizo fue un regalo, un juego y después de este sus amigos le empezaron a pedir. Aprendió sola, experimentando. Y ha ido evolucionando con el tiempo, adoptando en sus muñecos la forma del personaje al que interpretan.

Hace Fridas, Principitos, Tintines. Vende en Soluciones en la Macarena, en Artifice, en Zooka y en Minimal. Ha hecho marquesas del bicentenario para vender de recuerdo en el Museo Nacional y también una vez hizo 800 Fannys, pedido realizado por la misma Mikey, a quien le habían regalado una muñeca con su forma y le encantaba. Las regaló y las vendió en el ultimo festival que estuvo presente.

Se imagina más que un almacén en un taller para enseñar, donde la gente pueda mirar y crear desde sus intereses personales.

Erika desearía retroceder el tiempo y no haber regalado sus muñecos de la infancia. Tiene una colección gigantesca. Siempre le regalan muñecos y ella misma pide que sea así. Ama las noches donde puede sentarse a las seis de la tarde y trabajar hasta las seis de la mañana. En el día se inquieta, prefiere comprar, llevar, moverse. Erika también ama los gatos, ellos al igual que ella, juegan y crean.

Su padre, chef de profesión, se involucró en su trabajo y ahora hace más que ella. Él, perfeccionista y meticuloso le ha dado a Erika el rigor de la técnica que le faltaba. Pero ella, con su forma más espontánea pudo crear sin miedo el mundo que ahora la mantiene.







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